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Comunicación integral en el hogar

Se dice que entre lo que dices, lo que el otro dice, lo que realmente quisieron decir y lo que cada uno interpretó, hay muchas posibilidades de que falle nuestra comunicación. Sin embargo, el reto como familia es lograr la sincronía desde cada uno de los roles, generar acuerdos y alcanzar objetivos comunes. Para esto es fundamental recordar algunos aspectos de la comunicación desde un punto de vista integral.

En primer lugar pregúntate ¿Cómo estás tú?

  1. Las emociones:

Eres un ser de emociones al igual que tu hijo(a) pero, te has preguntado antes de dar un mensaje ¿cómo están tus emociones en ese momento? esto influye directamente en los resultados de la comunicación. No es lo mismo expresar que algo te molestó en el preciso momento en que sucede, que si lo expresas cuando la emoción ya no está presente, o al menos no de la misma manera. Evidentemente, algunas situaciones ameritan respuesta inmediata, sin embargo, hacerlo consciente hace que cada vez sea más amplio el espacio entre un acontecimiento puntual y una reacción impulsiva frente a este. Es recomendable aplicar un poco de mindfulness o “atención plena”, que consiste básicamente en darse cuenta de la emoción, parar, respirar y dejarla fluir.

Recuerda: nadie tiene el poder de hacerte enojar, así que no hay culpables. Eres el responsable de gestionar tus emociones.

  1. Las palabras

¿Has contado alguna vez cuántas palabras imposibilitadoras o quejas se mencionan en tu hogar a diario? ahora bien, ¿cuántas de ellas son tuyas y tu familia las escucha o repite continuamente? Las palabras imposibilitadoras son aquellas que puedes percibir como negativas y que te llevan a hacer juicios sobre ti mismo o los demás. Impiden que puedas lograr aquello que deseas y te llevan a concluir que eres malo en algo, que no eres capaz, o que las cosas son difíciles. De esta manera estás contribuyendo a que tus hijos estén programados, no solo frente a sus resultados académicos sino frente a la vida. Te invitamos entonces a estar atento y a modificar las palabras utilizadas en el diccionario de tu hogar.

  1. Intención al comunicarte

¿Qué es lo que realmente pretendes lograr, que tu hijo recoja el desorden que dejó en el cuarto o que piense que es un desordenado? En ocasiones nuestras expresiones, consciente o inconscientemente logran incomodar al otro y no el gana a gana que se espera en la comunicación efectiva. En la mayoría de los casos, se empiezan a generar etiquetas o calificativos que a futuro se vuelven afirmaciones y no necesariamente son reales. La recomendación es que se mencione la situación puntual (dejaste desorden en tu cuarto) y no la etiqueta (eres un desordenado) y adicionar lo que quieres obtener de ellos (quiero pedirte el favor de recogerlo antes de mediodía).

Ahora, pregúntate ¿Qué estás proyectando hacia tu familia?

  1. ¿Cómo es tu estilo de comunicación en casa?

En este punto, te invitamos a realizar un ejercicio donde revises del 100% de tu comunicación en casa ¿cuánto son órdenes y regaños? ¿cuanto es flexibilidad y permisividad? ¿cuánto son quejas? ¿cuánto son conversaciones agradables, risas o compartir opiniones acerca de un tema específico?

Te invitamos a que practiques una comunicación asertiva, pues busca el equilibrio entre dos puntos de vista, la capacidad para escucharse y la congruencia con su lenguaje no verbal.

  1. ¿Es congruente lo que dices con tu lenguaje no verbal?

Recordemos que todas nuestras acciones comunican y que incluso la “no acción” es otra de las formas posibles. Así, nuestros movimientos, gestos, posturas, expresiones faciales y demás formas de comunicación, generan ambientes de amabilidad o de hostilidad en el hogar, que evidentemente tendrán un impacto directo en la relación con nuestros hijos.

Algunas recomendaciones en este sentido son:

Tener una escucha activa. Si algo asusta o causa rabia, procura no transmitirlo con tus gestos mientras hablas porque esto desalentará a tus hijos para seguir hablando y posteriormente, aprenderá a ocultar para evitar enojos.

Hacer rapport cuando se vaya a tener una conversación importante. Esto tiene que ver con reflejarnos en el otro, para generar empatía. Lo primero es poner las miradas en el mismo nivel, luego podemos poner las manos también al mismo nivel, asentir mientras se escucha.

Importante cuidar la paralinguística. Un tono de voz alto a alta velocidad solo muestra malestar y también lo genera. Nuestra voz debe ser cálida, firme y en una velocidad promedio que denote calma y seguridad.

Es bueno estar atentos a los gestos del niño mientras le hablamos, revisando su expresión facial podemos descubrir malestar o bienestar. Cuando identifiquemos un malestar es bueno preguntar y ayudar a que lo verbalice.

Para finalizar es bueno preguntar a tus hijos si han comprendido una conversación e invitarlo a que lo explique en sus propias palabras.

No eres lo que dices que eres. Eres lo que tus hijos perciben.


Katherine Moncada Soto

Coach infanto juvenil y de familias

Co-creadora Grandes Mentes


Diego Canaval

Experto en comunicación no verbal científica

Líder Grupo Canaval

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